Por: Cristina Pérez Ibarra
Educadora Musical
Una
maestra de música tiene una gran responsabilidad. No se trata de ser pianista,
cantante o saber tocar un instrumento. El profesor de música tiene que saber
enseñar y educar; porque para trabajar como educador musical se necesitan ambas
destrezas.
Mis
primeros años como educadora musical los hice como docente en una escuela. Me
sentía en la obligación de enseñarle a los niños Himnos Nacionales y canciones
que estuvieran acorde con la materia que estuvieran viendo en su clase. Si, así
empecé… y así estuve durante muchos años... Pero la música por sí sola va más
allá...
Sintiéndome
un poco inquieta con respecto a mi labor empecé a capacitarme un poco más. Fue
entonces cuando se me abrió un mundo el cual desconocía. El mundo de los nobles
beneficios de la música. El mundo en que
nuestros niños en edades tempranas tienen la capacidad de absorber, disfrutar e
incorporar la música en su diario vivir. Aclaro, no formar grandes músicos,
formar seres con grandes y diferentes capacidades mentales, sociales y físicas.
¿Cómo? “¿Los niños que tienen talento para la música no lo traen en la sangre?”,
“¿Los músicos no son en cierta media antisociales?”, “¿No se necesita ser
genios en matemáticas para ser buenos en la música?”, “El que es músico, es
bueno en eso nada más” Bueno, supongo que aquí es cuando comienza mi aventura.
Una
vez que empecé a trabajar en el ámbito privado, como maestra de estimulación
temprana a través de la música creía que el principal beneficio de ésta era el
disfrute y la distracción sana. ¡Claro! Qué mejor manera que de pasar un ratito
cantando y tocando instrumentos. Y no es que pienso que no es importante, claro
que lo es. Pero la música por sí sola va más allá…
Después
de varios años desarrollando esta bella labor empecé a sentir que TODOS los
bebés y niños en edades tempranas NECESITAN tener una clase de música semanal,
por lo menos… Desarrollan capacidades auditivas impresionantes, aprenden a
esperar su turno, identifican y dominan con grandeza su cuerpo, tienen periodos
de concentración más largos que los niños o bebés de su misma edad. Una vez
más… sigo creyendo que así es… Pero la música por sí sola va más allá...
Ahora,
con más madurez docente, con más experiencia me doy cuenta que lo que yo hago
en una clase a la semana de 1 hora no es suficiente, quizás no es nada tomando
en cuenta lo que como padres debemos hacer cuando de formación se trata y su enlace
con la música. ¿Cuántas veces tuvimos
que repetirles a nuestros hijos “mamá” para que lo pudieran decir? ¡MUCHAS, INCONTABLES! Si le enseñamos a
nuestros hijos a decir “mamá” solo durante una lección semanal de música quizás
le tomaría más, mucho más tiempo. O sea… la música tiene que ser parte de la
cultura familiar, si realmente queremos que sus beneficios calen en la vida de
nuestros hijos. Es exponerlos a música de calidad (no es género musical a lo
que me refiero, es calidad de sonido y buena afinación). Se trata de ver la
música como un lenguaje, como una necesidad. Que nuestro diario vivir esté
lleno de música. La idea es que nuestros hijos eventualmente tengan sed de
buena música, que sientan que la música es parte de sus vidas. No digo que la clase semanal no sea
importante, sí lo es. Es poner en orden toda esa información que nuestros hijos
han estado almacenando en la casa con la música presente. Es clasificar e interpretar todo aquello que
la música en la casa sembró.
Entonces
y para concluir… mis impresiones finales acerca de los beneficios de la música
son muchos, son todos. Pero para que realmente funcione, para que realmente se
desarrolle en pleno la música no se puede ver como una materia aislada, como
una actividad de un ratito. Se debe de practicar diariamente y como parte de
una rutina diaria, como forma de comunicación, no como un momento aislado, sino
como un ente invisible que nutre la inteligencia y el desarrollo integral de
nuestros hijos.
“En
la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino
música hecha realidad” Arthur Schopenhauer
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