miércoles, 27 de enero de 2016

Seremos como nuestras madres.

 De repente me vi diciéndole a mi hija "Siéntese recta", pensé en mi mamá y en cuántas veces me dijo eso ¡todavía me lo dice! Y en cuántas veces torcí los ojos cuando pasó.

Pasamos la infancia y la adolescencia pensando en que cuando tengamos hijos "lo vamos a hacer diferente" "vamos a usar otras técnicas". Y nos vemos a los treinta y tantos con la chancleta en la mano persiguiendo a los chiquillos por la casa. Y nos veremos a los cuarenta y tantos preguntándoles si creen que la casa es un hotel. 

Es cierto que las teorías de disciplina positiva y de cero golpes nos han enseñado muchas cosas buenas y nos ayudan a llevar la tarea de una forma menos... "fuerte". Se le puso nombre a todo, lo que antes era "dormir al chiquito" ahora es "colecho". Pero lo que es cierto es que nosotras las mamás iremos irremediablemente pareciéndonos a nuestras propias madres. 

Y uno lo nota desde el momento en el que comienza a usar las frases de ellas y sus metodologías. Y funcionan, claro que funcionan. En muchos momentos ellas mismas nos lo advirtieron, que entenderíamos sus motivos y sus acciones y lo hacemos ahora. 

Ahora entendemos lo que sufrieron, lo cansadas que estuvieron, lo bravas que se pusieron porque derramamos el jugo sobre el sillón. Las cocinadas, las lavadas de ropa, las limpiadas de culitos. Todo aquello que hoy nos toca. Y tampoco sabían cómo hacerlo. Y nos damos cuenta que somos tan parecidas.

Y llegamos a entender que no importa, que es bueno y hasta bonito copiar todas estas actitudes. Y que debe hacerse, porque ellas lo hicieron bien. ¿Con errores?, claro que sí. Tal vez diferentes a los que cometeremos nosotros pero es una de las cosas buenas de haber estado ahí. 

Es una responsabilidad más grande de lo que nos contaron, ayudar a nuestros hijos a ser personas de bien y sobre todo a ser felices. 

Lo mejor de todo... es que tenemos a nuestras madres para ayudarnos en esta gran tarea. 


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